Los fantasmas...
De un tono blancuzco y etereo, tristes o enojados la luna los veía vagar sin rumbo fijo por la tierra.
Eran víctimas de su vida pasada, del dolor o la traición.
Sabía que los niños les tenían terror, que los adultos desmentian descaradamente su existencia y que los animales los percibian vagamente.
Sin embargo, su experiencia como observadora le dio a conocer la verdad, esas desdichadas almas en pena nunca harían daño.
Por eso la gente no les temía a ellos. Pero había otros fantasmas, unos que desvelaban a mujeres, hombres, abuelos y adolescentes... El fantasma de lo que fue y no será, de lo que podría haber sido, de la desilución... Fantasma que casí podían ser tocados.
Pero bueno, así son los humanos. A veces, las menos, le daban una profunda lástima.
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La luna soñó...