viernes, 9 de octubre de 2009

Lástima...

Si bien no solía encontrar sorprendente la naturaleza de los humanos, había casos que la sorprendían. Los sicarios le llamaban poderosamente la atención.
Desde el principio de los tiempos los hombres se empeñaban en matarse unos a otros, eso no era nada nuevo, pero hacer de esto una profesión encubierta lo hacía interesante, al menos para una observadora muda.
Sí, puede sonar un poco morboso, pero la diversión de los astros es distinta a la de los simples mortales.
En las últimas épocas había observado a varios profesionales realmente diestros en su profesión, pero había uno, uno en particular al que le tenía especial afecto, Alexander... Se acordó de él al ver a su hijo fumando en el balcón. Alexander era un sicario competente, disfrutaba de su trabajo, disfrutaba de ver el dolor y el miedo en los ojos de sus victimas.
No le interesaba el motivo por el que lo contrataban mientras la paga fuera puntual, él hacía todo tipo de trabajo.
Alexander tenía una pequeña imprenta, con la cual sacaba algo de dinero, para disimular el verdadero origen de sus ingresos. También tenía una esposa, una mujer común y corriente, en su rostro se leía el aburrimiento de la rutina, la amargura de la falta de amor, el resentimiento hacia el hombre que amaba. Ella daba clases en las afueras de la ciudad, hacía suplencias, para poder cuidar a su hijo.
El hijo de Alexander: Baldwing, lo nombró como a su tío, un importante contrabandista que usaba por seudonimo El Alemán, nadie quería problemas con ese hombre, del que se escuchaba que no tenía problema en mandar a matar ni a su madre, si es que esta le quitaba un centavo.
La luna era conciente de que si bien, no había matado a su madre, la fama estaba correctamente ganada.
Había solo dos cosas en el mundo que Alexander amaba, una era su Magnum Carry y la otra, la otra era Marguerite, más conocida como Margot. La conoció en un prostibulo, de donde la sacó para convertirla en su secretaria.
Realmente se entristeció al verlo morir a causa de un derrame cerebral, internado en una patética clínica en el centro de la ciudad, era una muerte absurda para una persona a la que tantos deseaban matar, una persona contra la que muchos jurarón venganza sin saber su nombre.
También le daba lástima su mujer, que con la muerte de su marido solo se había resentido más con él y años más tarde murió sin dejar de ser una amargada.
Le daba lástima Margot, que había tenido que volver a su antiguo oficio.
Le daba lástima Baldwing, que con el correr de los años se fue volviendo un energumeno, que no conocía la grandeza de su padre, pero llevaba en la sangre lo necesario para seguir con el oficio de la familia.
Pero más lástima le daba la Magnum Carry, que despues de su periodo de grandeza descansaba en un cajón, con solo dos balas, cuando su destino hubiese requerido de muchas más....

2 comentarios:

  1. Sencillamente, gracias por esta dedicatoria, que sin lugar a dudas, contribuye un avance importante en mi investigación sobre la vida de Baldwing, y de un personaje mucho menos seguible historicamente, como es Alexander.

    Me ha gutado mucho tu texto, como siempre, es bueno leerte.

    Mis saludos, Margot.

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  2. En los ojos del sicario sólo puede leerse la muerte. Pero en los cristales azules de Alexander Ruit se transparentaba el alma de un hombre que nunca se había cuestionado nada.
    Bendita esta Luna que nos ha podido contar su historia.

    Margot, es mi primer visita por aquí y me han gustado mucho los textos que he leído… ahora, con su permiso leeré un poco más de su blog. Saludos Srta.

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La luna soñó...