Eran al rededor de las 3 A.M, ella salía del lujoso departamento de uno de sus amantes, se despidieron con un rapido beso sobre los labios, ella tenía apuro, se mantenía con la paga de tres clientes y esa noche la estaban esperando en un chalet a las afueras de la ciudad. Pulsó el botón del ascensor y esperó impaciente, taconeando las baldosas.
La puerta del ascensor se abrió y se encontró con unos penetrantes ojos azules, a está altura la luz del palier se había apagado y solo recibía la luz que entraba por el ventanal, la luna brillaba delgada y palida entre algunas nubes invernales. Ella seguía perdida en su mirada, él se hizo a un lado permitiendole entrar, cerró la puerta y siguió mirando hacia la puerta.
Margot pasó y se sintío tonta, porque permitía que ese hombre la intimidara, ni siquiera la había mirado con la expresión de deseo que tan bien detectaba en los ojos de los hombres.
Entonces se percato... La intimidó el brillo de sus ojos, había algo distinto, ella leía el secreto en sus ojos, ese hombre ocultaba algo, algo que lo enorgullecía, a diferencia de los hombres que solo ocultaban a sus amantes por miedo a sus mujeres. De todas formas creía que había algo más, ya se acercaban a la plata baja y no quería alejarse de él, su perfume le llenó el alma, sin embargo no pasó desapercibido ante sus expertos ojos la argolla en su dedo anular.
Abrió la puerta, le cedió el paso y cerró, cuando llegaron a la calle el frío los golpeó, él paró un taxi, abrio la puerta y le hizo un gesto para que entrara, ella lo creyó otro de los caballeros porteños, muy amables y poco fogosos. Agradeció con una inclinación de cabeza y pasó, para su sorpresa inmediatamente detras de ella entró él y dió la dirección de un elegante hotel.
Se sonrojo hasta lo más profundo y no supo que decir. Al llegar, la ayudó a bajar y haciendo que se tomara de su brazo la dirigió hasta el bar del lugar. Pidió los tragos y se presentó. Ella seguía sin poder hablar, le dijo que no solía hacer eso y ella le creyó, entonces le pidió que le permitiera acariciar su cuerpo durante toda la noche, había algo en su voz que no le permitió negarse...
Al amanecer solo se atrevió a sacar una conclusión, definitivamente no era el típico caballero porteño.
La puerta del ascensor se abrió y se encontró con unos penetrantes ojos azules, a está altura la luz del palier se había apagado y solo recibía la luz que entraba por el ventanal, la luna brillaba delgada y palida entre algunas nubes invernales. Ella seguía perdida en su mirada, él se hizo a un lado permitiendole entrar, cerró la puerta y siguió mirando hacia la puerta.
Margot pasó y se sintío tonta, porque permitía que ese hombre la intimidara, ni siquiera la había mirado con la expresión de deseo que tan bien detectaba en los ojos de los hombres.
Entonces se percato... La intimidó el brillo de sus ojos, había algo distinto, ella leía el secreto en sus ojos, ese hombre ocultaba algo, algo que lo enorgullecía, a diferencia de los hombres que solo ocultaban a sus amantes por miedo a sus mujeres. De todas formas creía que había algo más, ya se acercaban a la plata baja y no quería alejarse de él, su perfume le llenó el alma, sin embargo no pasó desapercibido ante sus expertos ojos la argolla en su dedo anular.
Abrió la puerta, le cedió el paso y cerró, cuando llegaron a la calle el frío los golpeó, él paró un taxi, abrio la puerta y le hizo un gesto para que entrara, ella lo creyó otro de los caballeros porteños, muy amables y poco fogosos. Agradeció con una inclinación de cabeza y pasó, para su sorpresa inmediatamente detras de ella entró él y dió la dirección de un elegante hotel.
Se sonrojo hasta lo más profundo y no supo que decir. Al llegar, la ayudó a bajar y haciendo que se tomara de su brazo la dirigió hasta el bar del lugar. Pidió los tragos y se presentó. Ella seguía sin poder hablar, le dijo que no solía hacer eso y ella le creyó, entonces le pidió que le permitiera acariciar su cuerpo durante toda la noche, había algo en su voz que no le permitió negarse...
Al amanecer solo se atrevió a sacar una conclusión, definitivamente no era el típico caballero porteño.
Luna, Margot, me has dejado curiosidad penetrante de porque Alexander no fué todo un caballero porteño.
ResponderEliminarSin duda será en otro capítulo, me ha gustado mucho conocer algo más de Margot y Alexander. Gracias.
Me encanto el relato ¿cuando sabrebos el desenlace? Un saludo y muchos besos Margot.
ResponderEliminarUn placer para la imaginación.
:)
Algo especial se cuece cuando sin querer, por casualidad se entremezclan sentimientos no habituales en un primer encuentro, como el de hoy contigo, seguí tus huellas y aquí me tienes, para conocerte y para seguirte, un placer conocerte...
ResponderEliminarAbrazzzusss
Josh
Pd:
siempre seras bien recibida por mis cuatro esquinas...
Llegué hasta aquí siguiendo tus rastros en el blog de mi querido amigo Josh. Y me da mucho gusto haberlo hecho ya que me encontré con un bellísimo espacio.
ResponderEliminarMuy bonito tu relato. QUe fantásticas son las historias que arrancan así, un curce, una mirada y patapúfete!
wow, esto está lleno de vida, quiero saber cómo sigue este relato me intrigo, siempre hay algo nuevo, eso es lo que lo hace interesante... saludos
ResponderEliminar¿En verdad existes? Estoy confundida.
ResponderEliminarIgual, ¡gracias! por la visita y el comentario.
Bisous liados.
Hola Margot... quiero decirte que si hubiera querido que Alexander y Margot se conocieran de algun modo, queda relegado ante éste que acabas de escribir (es perfecto)... expresa claramente el modo de ser de Alexander, un tipo decidido. Te felicito, te quedo genial.
ResponderEliminarAmigo Balwing, le pido a modo de favor, y sin animo de entrometerme, que complete esta historia, es decir, que muestre el antes del ascensor de Alexander, ¿de donde venía él?
Un beso, y otra vez: muy lindo el relato. Hasta pronto.
Baldwing: cuando gustes!
ResponderEliminarJOta Willem: hacia abajo en mi blog hay un escrito sobre Alexander Ruit... Es uno de lkos desenlaces, aunquetal vez necesites algo menos lejano en el tiempo a este comienzo!
Onobius: El placer es mutuo, pasare y volvere a pasar! Me alegra q te haya gustado
Nico: definitivamente eso es lo que hace interesante la vida... el saber que la desestabilidad, esta a la vuelta de la esquina!
Caresse: a que llamas existir? Creo que si, existo!
Viento a contramano: Si Baldwing no se hace cargo lo hará la luna! Aunque puedo garantizarte que no venía de una simple cena!
Los hombres tenemos esas cosas...
ResponderEliminarSalute.
Acabo de saber que a la tia Margot no le gustan los porteños tipicos.
ResponderEliminar¿Y a su sobrina?
Juan Ezequiel, ya lo se, los hombres son asi, simplemente tiene esas cosas!
ResponderEliminarJorge: moi?! Jaja, no, sinceramente no encuentre interesante a los porteños! Pero es cosa entre argentinos!