lunes, 1 de septiembre de 2014

Sobre los abrazos.


La niña se sentó en la hierba, sabía que su madre se quejaría de la suciedad en su vestido de domingo. La retaría, habría algún castigo, pero no importaba, al final siempre se olvidaba y la hierba se sentía fresca, bajo el nogal en la cálida tarde de verano.


El conejo llegó temprano, pero ella llegó aún más temprano.


- Como estas pequeña?

- Cómoda, me gusta ver como cambia sobre la hierba la sombra del árbol con el vientito.

El volvió a sorprenderse de la magia en la sencillez.

- Me das un abrazo?

- Pero por qué?

- Los conejos no saben nada? Porque sí! No hace falta una razón para un abrazo.


2 comentarios:

  1. C: Puedo ser tu conejo del poema? Cómo me gustaría un abrazo tuyo!

    N: No te alcanza con ser vaca, cabra y gato? Ademas conejo?!

    C: Yo siempre quiero un poquito más.

    N: Pero es medio salame el conejo... como demasiado maduro.

    C: Maduro? todo lo contrario. La niña, en su simpleza, sabe disfrutar de las cosas simples. El conejo, en cambio, busca los por qués. Analiza lo innecesario y, por eso, se pierde de vivir. Una vez dicho esto, decime... quién es más sabio?

    N: Maduro en el mal sentido.

    C: Es más-duro... menos mal que tiene a la niña para que lo ablande.

    N: Jajaj!

    C: E' ma' duro ese conejo! Jajaj!

    N: Jaaaaaaaaaaaaa, basta.

    C: Jeje, bueno.

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